Dos años sin Amy Winehouse, la diva que nunca supo serlo
RTVE, 23 de julio de 2013
Un 23 de julio de 2011 una parte de la música se apagó. Una, que alguna vez fue brillante y envolvente. Aquella luz tenía un nombre propio: Amy Jade Winehouse; y hace dos años fallecía a los 27 años.
Su cuerpo dijo basta tras otro más de aquellos excesos que con el tiempo la convirtieron en una caricatura, y nos hicieron olvidar que en algún momento estuvimos ante una de las grandes voces de nuestra época.
Esa voz profunda, a veces sexy y otras tantas oscura y desgarrada estaba influenciada por el jazz y por el soul, terminó por traer al presente ritmos entonces olvidados por el gran público; y además fusionarlos con R&B, blues, reggae, e incluso ska.
Y allí residió el gran valor de Winehouse: con una presencia única en el escenario, nos recordó a las divas de siempre. Nos sonó tan única, y a la vez tan familiar, que celebramos su aparición y participamos en su éxito.
En 2003, Amy debutaba oficialmente con Frank, un disco que tituló homenajeando a aquel hombre cuyas canciones su padre le cantaba de pequeña: sí, Frank Sinatra. Se trataba de un álbum exquisito, más que relevante para ser el primero de aquella chica inquieta que llegó a pasar por siete colegios distintos. Aquella inquietud se calmaba en el estudio, donde se las arreglaba para hipnotizar a quien la escuchaba.
Este primer capítulo puede haber tenido mucho de marketing: no olvidemos que detrás estaba el mánager Simon Fuller (responsable actual de la imagen de David y Victoria Beckham, y descubridor de las Spice Girls) y la discográfica Island; pero más allá del trabajo en la producción, el alma de Winehouse se acoplaba de maravilla a aquella mezcla de sonidos, que nunca habían encontrado un guante tan maravilloso desdeDinah Washington.
Cambio de rumbo
Y por el camino comenzaron los premios y los festivales. Y una inquietud siempre presente en la cantante: alejarse de aquel sonido muy basado en el jazz y abrir su sonido hacia otro que le obsesionaba, el de las girl bands de los años 50 y 60 (sobre todo las Ronettes). El siguiente paso fue contratar a los Dap Kings (esos señores negros con tanto arte que la acompañaron en el estudio y en sucesivos conciertos).
A partir de entonces ya conoces la historia: se incorporó el productor Mark Ronson, y por el camino, empezaron a tomar forma canciones como «You Know I’m No Good» o la premonitoria «Rehab», que hasta el momento ha vendido más de dos millones de copia solo en Estados Unidos y Reino Unido.
Exitosa en la música, decadente en lo personal
Back To Black se publicó a finales de 2006, y fue el disco más vendido del año siguiente en su Reino Unido natal; y aunque su lanzamiento en Estados Unidos no hizo mucho ruido en un principio, Amy se convirtió en LA artista de los Grammys de 2008, con cinco premios de los seis a los que optaba. Aquello convirtió al álbum en un fenómeno para la música inglesa, el 12º más vendido por encima de Legend de Bob Marley, o The Joshua Tree de U2.
Pero antes de aquello, Winehouse ya había comenzado a ser atormentada por sus demonios. Solo un año antes, después de casarse, Amy tuvo que cancelar una gira «por razones médicas», y muchas de sus apariciones públicas comenzaban a desdibujarla para dar paso al personaje que nadie querría recordar. La cantante se empeñó en seguir el camino de su eterno amor, Blake Fielder-Civil, un tipo que a principios de año reconoció haberle descubierto la heroina, comenzando así su viaje sin retorno.
Desde entonces, todo fue cuesta abajo: proyectos fallidos para volver al estudio, y una serie de vergonzosos conciertos que encontraron su peor versión en Belgrado, donde Amy terminó por romperse delante del público con su peor versión. Aquello fue el 18 de junio de 2011. Nunca querríamos verla así. Siempre tuvimos la esperanza de verla renacer. Pero no, solo un mes más tarde, una noticia nos recorrió el cuerpo con un escalofrío de pena e impotencia. No pudimos hacer nada, y ella tampoco.
Amy Winehouse dejó un gran vacío entre nosotros, pero también abrió una senda que permitió a muchas artistas triunfar, dejando ver que el soul podía ser comercial. Amy no está, pero su legado siempre se reflejará en Adele, Emeli Sandé, Jessie J, Florence Welch, Rumer e incluso Lana del Rey. Y es que Amy siempre será aquella chica que sonó a eterna y a única. A aquella diva que nunca logró ser.