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Defectos al nacimiento están asociados con factores genéticos, ambientales y falta de micronutrientes

Defectos al nacimiento están asociados con factores genéticos, ambientales y falta de micronutrientes

Agencia de Noticias RTV (Salud), 23 de enero de 2024

Ciudad de México.- El consumo de ácido fólico antes y durante el embarazo y no exponerse al humo de tabaco u otros contaminantes, así como no consumir ciertos fármacos que generan malformaciones, pueden evitar los defectos del tubo neural en el feto, refiere el artículo Defectos al nacimiento: Defectos de tubo neural y craneofaciales, publicado en el Boletín Epidemiológico de la primera semana de 2024 https://bit.ly/3U4XlI8

El documento que emite la Dirección General de Epidemiología (DGE) de la Secretaría de Salud precisa que las mujeres en edad fértil deben consumir 400 microgramos diarios de ácido fólico para la prevención de defectos del cierre del tubo neural; en tanto, las personas embarazadas y sus parejas que vivan con algún defecto del nacimiento, historia familiar o antecedente de hijas e hijos con defectos del tubo neural o que viven en las zonas geográficas de mayor incidencia de estas alteraciones deben tomar cuatro miligramos al día de dicha vitamina.

El ácido fólico, también conocido como folato o vitamina B9, debe tomarse al menos durante tres meses antes del embarazo para prevenir hasta 70 por ciento los defectos congénitos del cerebro y la columna vertebral del feto.

Asimismo, es fundamental que la persona en estado de embarazo acuda de forma mensual para el control médico como medida preventiva desde el primer trimestre, para identificar posibles riesgos en fase temprana y establecer tratamientos oportunos, con el propósito de que haya mínimas secuelas y evolución satisfactoria tanto de la madre como del feto.  

Los defectos al nacimiento son anomalías del desarrollo funcional, metabólico, del crecimiento y maduración del feto; suelen mostrarse de manera notoria o latente, y pueden interferir con el correcto desarrollo biopsicosocial, generar una condición de discapacidad e incluso, la muerte. Son la segunda causa de deceso en niñas y niños de menores de un año y la primera en menores de cinco años.

El informe trimestral de octubre de 2023 del Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Defectos al Nacimiento (SVEDAN) precisa que la incidencia de defectos del tubo neural, craneofaciales y displasia de cadera fue de 144 casos por cada 100 mil recién personas nacidas vivas.

En 2022, SVEDAN reportó que en 32.5 por ciento de los casos notificados la madre refirió que no consumió ácido fólico o lo realizó después del primer trimestre de gestación.  

Las entidades con mayor tasa de incidencia fueron Morelos y Jalisco, con 315 y 276 casos por cada 100 mil recién nacidos vivos, respectivamente. Los defectos al nacimiento más frecuentes son labio-paladar hendido y mielomeningocele, ambas entidades patológicas generadoras de condiciones de discapacidad permanente, que generan gastos sociales y familiares de por vida, así como una deficiente calidad de vida para la persona y su familia.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) indica que los metales pesados y contaminantes orgánicos son factores de riesgo ambientales que interfieren en el crecimiento y desarrollo intrauterino. En tanto, el arsénico y el metilmercurio pueden producir defectos en el tubo neural y microcefalia, respectivamente.

Otras infecciones que se presentan en la madre y que pueden causar abortos espontáneos y daño severo en el feto como restricción del crecimiento intrauterino, prematurez, malformaciones congénitas e infecciones en los primeros días del nacimiento, son: toxoplasmosis, sífilis, hepatitis B, rubéola, citomegalovirus, zika y herpes simple.  

La toxoplasmosis puede causar hidrocefalia, calcificaciones intracerebrales o microcefalia. La rubéola y citomegalovirus se asocian con alta incidencia de hendiduras faciales, mientras que las infecciones por virus Zika se asocian con microcefalia.

El artículo sobre Defectos al nacimiento: Defectos de tubo neural y craneofaciales fue elaborado por los residentes de segundo año de la especialidad de Medicina Preventiva del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), Alondra Magaña Ramírez, Martha Paola Carranco Hernández y Carlos Sandoval Ramírez, durante la rotación en la Dirección General de Epidemiología.