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Chilenos siguen divididos a 40 años del golpe de Estado

Chilenos siguen divididos a 40 años del golpe de Estado

, 9 de septiembre de 2013

La confrontación política entre la población chilena y sus dirigentes ha revivido durante las últimas semanas, en las que espacios públicos y medios de comunicación se han desbordado en actos de conmemoración y análisis por el 40 aniversario del golpe de Estado contra el gobierno de Salvador Allende.

Durante estos días, la sociedad chilena baja la mirada para recordar lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973, que dejó una honda cicatriz, eliminó la democracia y marcó el inicio de una dictadura.

Al mismo tiempo, la discusión está presente entre funcionarios de la administración del presidente Sebastián Piñera –entre los que se encuentran servidores de la dictadura de Augusto Pinochet– y los integrantes de los partidos de izquierda, así como entre las víctimas del régimen y quienes hasta la fecha aplauden las acciones de la Junta Militar, por considerar al gobierno de Allende una amenaza para la estabilidad del país.

“El debate sobre lo ocurrido está siendo muy intenso, se está abordando el pasado sin prejuicios, discutiendo lo que nunca se pudo ver o discutir, para pedir ayuda o una disculpa por las víctimas de Pinochet. Yo diría que se ha instalado a la memoria como un tema de agenda política”, consideró en entrevista conExcélsior el novelista chileno Roberto Brodsky.

Las diferencias políticas se dejarán ver esta mañana durante dos actos separados de conmemoración del 11 de septiembre chileno, el primero, celebrado en el Palacio de La Moneda a la que asistirán el mandatario Sebastián Piñera e integrantes de su administración; y el segundo una ceremonia que ocurrirá al mismo tiempo, organizada por la coalición de partidos opositores en el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, en donde se podrá ver a la candidata presidencial Michelle Bachelet.

Ambos bandos políticos se acusan de aprovechar la conmemoración para tomar ventaja política sobre sus adversarios, mientras que el ambiente hostil generado por la sobreexposición del tema durante las últimas semanas alcanza momentos críticos.

Para Brodsky, más allá del antagonismo político en el país austral, que con frecuencia alcanza momentos álgidos entre familiares, amigos y políticos, llegar a los 40 años del golpe de Estado implica una revisión sobre las conquistas y las pérdidas durante las últimas décadas.

“Nos encontramos en medio de un clima en el que han surgido puntos de crítica no solamente a la disciplina que se impuso durante la dictadura, sino el temor o el orden aceptado por los partidos de la Concertación (de izquierda y centro izquierda) que optaron por no tocar las bases del modelo económico y continuar con las reformas estructurales que había llevado a cabo la dictadura”, dijo el también profesor adjunto de la Universidad de Georgetown en Washington.

Según el académico, la transición a la democracia en diciembre de 1990 no dio paso a una restructuración de reformas como la educativa, sanitaria y tributaria, establecidas en la Constitución de 1980, misma que se forjó bajo el régimen militar.

En lo anterior coincide Larry Birns, director del Council on Hemispheric Affairs, una organización sin fines de lucro con sede en Washington. Para Birns, una de las razones por las que ocurrió el llamado “milagro económico” fueron las limitaciones y restricciones a la población impuestas por Pinochet y continuadas durante la sucesión de ambas fuerzas democráticas en el país.

“Sólo los levantamientos estudiantiles y las esporádicas demostraciones del sector laboral han desafiado el statu quo que ha existido en Chile, es esta generación, que yo creía muerta, la que busca una auténtica democracia y tiene una memoria personal de lo que ocurrió en ese país en 1970”, afirmó Birns para este rotativo.

Agregó que resulta interesante que hayan sido hasta ahora que los estudiantes llevaran a cabo el enfrentamiento más eficaz en contra del Estado luego de muchas décadas en que “sus padres quisieron pretender que nada pasaba”.

“Y creo que ahora Chile tiene la oportunidad de blandir una democracia, algo que nunca pensé observar en este país”, señaló.

Las heridas aún no cierran

El filósofo Bernardo Subercaseaux tenía 25 años cuando el 11 de septiembre se encontró con que la Universidad de Chile, en donde trabajaba apenas un mes atrás gracias a la obtención de una plaza como profesor, estaba tomada por militares.

“No sabíamos bien qué estaba pasando, pero después escuchamos los estruendos del bombardeo en (el Palacio de) La Moneda”, relató Subercaseaux en entrevista para Excélsior.

El profesor y especialista en literatura latinoamericana recordó que a tan sólo tres años de que Allende asumiera la Presidencia, los chilenos ya tenían la intuición de que algo estaba por ocurrir y que había posibilidades de que hubiera una intervención militar a pesar de que los altos mandos de esa institución afirmaban lo contrario.

“No había unidad total entre todos los sectores que apoyaban al presidente Allende, la democracia cristiana, que era un partido de centro y en algún momento apoyó el hecho de que Allende asumiera estaba ahora totalmente derechizada y era partidaria del golpe, había intervención norteamericana, sólo era cuestión de tiempo”, consideró.

Los planes de Subercaseaux en aquel tiempo fueron deformados cuando fue echado de su puesto en la Universidad; lo mismo pasó con la vida de miles de chilenos, sobre todo entre quienes apoyaron de forma directa el mandato de Allende y por lo que en manos de la dictadura de Pinochet sufrieron torturas, asesinatos y desapariciones.

“Quedamos marcados por el miedo y el temor, y aunque eso se fue progresivamente superando, las imágenes que vemos hoy en día están presentes en la opinión pública y eso explica la diferencia de la celebración de estos 40 años con respecto a todos los aniversarios anteriores.”

Agregó que esto ha obligado a algunos sectores de derecha, incluidos   magistrados, a ofrecer disculpas de lo ocurrido: “Se habla de que fue un golpe militar, pero la verdad es que fue cívico militar y judicial porque la justicia miró hacia otro lado”.

Por otra parte, Larry Birns, quien se unió a principios de 1973 a la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en la ciudad de Santiago, vivió muy de cerca el golpe militar.

“Ese mismo día estaba saliendo de Chile, pero recuerdo que había en el ambiente una sensación de que algo ocurría. Podías ver una sociedad separada, que caía a pedazos. Los rumores circulaban y Allende se negaba a creer que habría un golpe militar en su contra. Pero el sentimiento de que una decisión se había tomado estaba ahí”, relató para Excélsior el especialista en asuntos latinoamericanos.

Recordó que la intervención directa del gobierno de los Estados Unidos en el golpe de Estado y el apoyo monetario fue parte de una interpretación poco sofisticada por parte de esa administración: “Los hechos estaban claros según Kissinger: un complot comunista en el que Moscú alimentaba a Chile a través de Cuba y Estados Unidos estaba comprometidos con eliminar el marxismo en el hemisferio”.

De hecho la organización que dirige este neoyorquino se formó tiempo después a lo ocurrido en el país sudamericano y desde entonces, entre otras actividades, fomenta la formulación de políticas racionales y constructivas de Estados Unidos hacia Latinoamérica.

“Para mí fue inconcebible que después de pocos días de hablar con Pinochet, porque estaba trabajando en una historia que publicaría en Nueva York, ocurriera el golpe porque él me insistió en que los rumores de una intervención militar eran tonterías”, aseguró Birns.

Para estos dos testigos de los eventos que marcaron la historia moderna de Chile, es claro que continúa pendiente el esclarecimiento de casos en los que se cometieron atropellos a los derechos humanos de las personas retenidas por
los militares.

“Este 11 de septiembre, como todos los anteriores, tal vez existan actos en los que se haga sentir la molestia de las personas, sobre todo porque hay sectores que son familiares de desaparecidos que hasta el día de hoy no se les han hecho una reparación de daños, que no saben dónde están sus deudos. En fin, aún hay muchas heridas abiertas”, concluyó Bernardo Subercaseaux.

Músicos y poetas, entre las víctimas

Los asesinatos durante el golpe de Estado de Augusto Pinochet en 1973 pronto cruzaron la frontera de la esfera política, y tuvieron repercusiones en círculos culturales y universitarios que, a pesar de la represión militar, hacían pública su inconformidad.

Entre ellos, y tal vez de los más trascendentes, está Víctor Jara, músico, cantautor, profesor y director de teatro que fue torturado durante cuatro días en los vestidores del Estadio Chile, que hacían de celdas para los prisioneros. El 16 de septiembre fue asesinado de 44 disparos.

Jara fue detenido el 11 de septiembre de 1973 en la Universidad Técnica del Estado junto con 600 estudiantes y profesores, quienes fueron hacinados en el estadio con cinco mil prisioneros más.

Prisioneros que sobrevivieron –como el abogado Boris Navia– relatan que militares golpearon al autor de las canciones El cigarrito y Te recuerdo Amanda con la culata de un revólver hasta romperle las manos; le quemaron la piel con un cigarrillo y tras fusilarlo arrojaron su cuerpo a la fosa común, de donde fue rescatado por su esposa Joan.

Apenas la semana pasada, la familia del cantautor presentó una demanda contra el ex teniente Pedro Barrientos Núñez como responsable de la muerte de Jara.

Pero el vínculo entre el movimiento del presidente Salvador Allende y la cultura tiene su mayor reflejo en la participación de Pablo Neruda con el Partido Comunista de Chile que en 1969 lo nombró candidato a la presidencia, pero él renunció en favor de Allende.

La relación del poeta con el partido surge desde 1945, cuando fue elegido senador representando a las provincias norteñas de Antofagasta y de Tarapacá.

El 11 de septiembre de 1973, militares saquean la casa de Neruda en Santiago y deciden quemar sus libros. Para entonces, el poeta padecía un cáncer de próstata muy avanzado y muere el 23 de septiembre del mismo año. Su funeral estuvo rodeado de soldados armados con ametralladoras, y el sonido de los disparos de enfrentamientos.

En abril pasado concluyó la exhumación de los restos de Neruda para determinar si fue asesinado o murió de cáncer, pues en 2011, el Partido Comunista solicitó el análisis, luego de que el chofer del poeta afirmara que agentes de Pinochet mataron al poeta.