Se arraiga Día del Niño Perdido en Xalapa
, 11 de octubre de 2013
Xalapa, Ver., 11 de octubre de 2013.- Con la Tradición del Día del Niño Perdido en Xalapa se ha logrado iluminar durante 20 años nuestras aceras, calles, jardines, parques y avenidas. Ya son 20 años de llenar los corazones de luz, un brillo que disipa un poco la gran oscuridad que ha invadido a la sociedad humana.
Son 20 años de caminar juntos, contigo de la mano, encendiendo una luz en busca de comprensión, paz y amor que hemos perdido con nuestro diario andar.
Esta tradición ha sido investigada, estudiada y difundida por el Maestro Arturo Mendoza Rangel, quien es amante y estudioso de la cultura huasteca, de la cual emana una bella leyenda que pudiera se el origen de tan esplendorosa manifestación cultural.
El 7 de diciembre en la Baja Huasteca Veracruzana se encienden miles de velas en las aceras, balcones y salientes de casas y edificios públicos para conmemorar la tradición del Niño Perdido, que en estos tiempos se realiza más en la creencia católica de magnificar el pasaje bíblico en que se habla del encuentro del niño Jesús con sacerdotes en el templo de Jerusalén.
Aproximadamente a las 19:00 horas las familias se congregan en el frente de sus casas y los trabajadores y estudiantes en los edificios públicos para encender centenares de velas que arderán hasta su consumo final brindando al paseante, espectador o simple curioso un espectáculo lleno de colorido.
Por años esta tradición se ha desarrollado principalmente en los municipios de Álamo, Tihuatlán, Poza Rica y Tuxpan; en este último municipio, aunque cada vez en menor escala, se realiza un desfile de carritos manufacturados artesanalmente.
Las principales arterias viales de estos lugares lucen su encanto luminoso en hileras de velas que adornan las aceras y los moradores se congregan para iniciar la charla o la tertulia donde no falta el café o la guitarra y, en ocasiones, hasta un trío de huapangueros que recorren tocando de casa en casa sones tradicionales o de costumbre.
Sin embargo, aunque hasta ahora domina la idea de que el ritual se lleva a cabo en honor del pequeño hijo de San José y María, existe entre los viejos huastecos una leyenda que pudiera realmente ser el origen de tan hermosa tradición. Cuentan los ancianos que en la época prehispánica la afluencia de los ríos y sus caudales era muy codiciada, por lo que todas las etnias buscaban asentarse en sus riveras, lo que provocaba un sinnúmero de enfrentamientos, guerras por la supremacía y la supervivencia, arrojaba su cuota de muerte y destrucción a pobladores, guerreros, niños y ancianos.
En conciliábulo los dioses acordaron imponer un castigo a los rijosos y recorriendo el sol hacia el Oriente dejaron la región sumida entre sombras. Los jefes y caciques se reunieron para buscar remedio a su castigo y acudieron a implorar a los dioses y recibieron respuesta en voz de Tajín (dios del trueno), quien les impuso la tarea de construir un escudo con oro, plata y piedras preciosas y tan pulido que fuera capaz de reflejar el sol hacia la zona que se encontraba a oscuras.
Para tal efecto desposarían antes a la más agraciada de las doncellas de todas las etnias con el más noble y valeroso guerrero, tan valiente y osado que fuera capaz de remontar al espacio y colocarse frente al sol para iluminar con su reflejo la Tierra castigada por los dioses.
Aquel audaz guerrero sólo disfrutaría los amores y trato de su esposa durante tres meses, tiempo en que duraría la elaboración del escudo en ciernes; es el caso que cuando ya había partido el esposo al infinito su mujer se dio cuenta del embarazo y a sabiendas que el guerrero ya no volvería a pisar la Tierra salió en su búsqueda para enterarlo de su concepción, travesía que al ser demasiado accidentada y penosa para ella le provocó la muerte y falleció dando a luz en el firmamento.
Avisados por los dioses del suceso en toda la región de la Baja Huasteca la gente encendió miles de hogueras para guiar el regreso del recién nacido, instituyéndose así la tradición del Día del Niño Perdido.
Esta tradición se volvió milenaria gracias a que su celebración popular ha trascendido hasta nuestros días y su esplendor da un toque mágico de paz y amor a nuestros corazones que se iluminan con una llamita de esperanza…
Así el Día del Niño Perdido comenzó a celebrarse en la capital veracruzana desde hace 19 años gracias al interés y entusiasmo de la licenciada Rosa Elena Ortega Zaleta, originaria de la petrolera ciudad de Poza Rica, quien con el único afán de preservarla la trajo consigo a Xalapa en 1993.
En este 2013 la tradición del Día del Niño Perdido cumplirá su vigésimo aniversario de iluminar nuestras aceras, parques y jardines, 20 años de llenar los corazones de luz, brillo que disipa un poco la gran oscuridad que ha invadido a la sociedad humana, 20 años de caminar juntos de la mano encendiendo una vela en busca de comprensión, paz y amor que con nuestro diario andar hemos perdido. Celebremos esta tradición milenaria que, gracias a su popularidad, ha trascendido hasta nuestros días y da un toque mágico de paz y amor a nuestros corazones que se iluminan con una llamita de esperanza.
De esta forma invitamos a toda la población a participar en el concurso de fotografía como parte de los festejos que se llevarán a cabo para conmemorar los 20 años de esta tradición aquí en Xalapa. Asimismo, los esperamos el próximo sábado 7 de diciembre a que nos acompañen en el Paseo de Los Lagos y otras sedes como los parques Juárez, Miguel Hidalgo (Los Berros) y María Enriqueta, de esta ciudad capital, para disfrutar de un programa cultural que en los próximos días les daremos a conocer.
¿Y tú ya prendiste tus velas?